Dietas y Obesidad parte 2

Por consiguiente, nuestra Dieta ha sido pensada para disminuir la respuesta insulínica excesiva, que es una de las características básicas de la obesidad.

Pues bien, la toma de hidratos de carbono estimula la producción de insulina, y en el gran número de individuos obesos que demuestran un grado de intolerancia hacia los carbohidratos, es decir, una anormalidad de los hidratos de carbono en su metabolismo, los carbohidratos que toman, ya sean o no considerados excesivos bajo las condiciones de un metabolismo normal, estimulan una sobreproducción de insulina.

 Piensen en ello en la forma más simple posible: los carbohidratos liberan insulina, que convierte la glucosa en grasa. Quizás esto no satisfaga a los puristas en medicina, pero sí se hará el lector una idea.

Las teorías tradicionales en las que lo único que cuenta son las calorías consideradas como tales, no tienen en cuenta el desequilibrio insulínico que sufre el individuo obeso, aunque es bien conocido que los carbohidratos provocan una emisión de insulina muy grande e inmediata por parte del que está a dieta, la tradición no debe ser considerada como si fuese la Verdad con mayúscula, ya que es posible llegar a una nueva forma de pensar en el campo dietético.

La acción de una dieta muy baja en hidratos de carbono al estabilizar los niveles de insulina y, por consiguiente, estabilizar los niveles de azúcar en la sangre puede ofrecernos quizás uno de los beneficios secundarios más valiosos que pueda llegar a experimentar quien está a dieta.

Los niveles bajos de azúcar en la sangre o, más exactamente, los niveles de azúcar en la sangre fluctuantes o inestables, son, según se ha podido observar por expertos, cosa común en una mayoría de las personas de nuestra sociedad moderna.

La mayor parte de los que siguen una dieta quetogénica han confirmado que aumenta su sensación de bienestar, lo que, en opinión de los expertos, es el resultado de la estabilización de los niveles de azúcar en la sangre lograda
mediante esa toma tan reducida de hidratos de carbono.

La mayoría de los pacientes que cursan estos padecimientos han dicho, que notaron de manera palpable
0, un aumento de su energía y una mejora en su estado mental después de efectuar drásticas disminuciones en
los carbohidratos de sus dietas.

Este fenómeno en el que la eliminación de los alimentos que confieren energía con rapidez crea un aumento en la energía física, por la corrección del bajo contenido de azúcar en la sangre (hipoglucemia).

Quizás este concepto pueda ser comprendido con mayor facilidad si decimos que la energía rápida no es una energía duradera, y que un nivel de azúcar en la sangre que aumente con rapidez disminuye con igual celeridad.

Por consiguiente, las innumerables personas que se ven afectadas por el problema de la hipoglucemia experimentan una gran sensación de bienestar cuando eliminan los hidratos de carbono, esos alimentos que producen energía rápida, pero que dejan tras de sí la fatiga.

Y no se puede hablar de bajos niveles de azúcar en la sangre sin pasar al tema de las vitaminas.
Se ha dicho que si una dieta exige que se tomen vitaminas esto es, en sí mismo, buena prueba de que es inadecuada desde el punto de vista nutritivo. Pero esta es una forma demasiado simple de pensar.

Casi todos los médicos que tratan con la hipoglucemia descubren muy pronto, a través de su experiencia clínica que las megadosis de las vitaminas del complejo B y las vitaminas C y E son de un gran valor clínico para solucionar los diversos trastornos físicos y mentales que acompañan un nivel bajo de azúcar en la sangre.

Si se reconoce que existe un alto porcentaje de personas obesas que tienen poco azúcar en la sangre, no resulta difícil comprender el motivo de que las megavitaminas sean de enorme valor en el tratamiento de los pacientes obesos.

Cuando empecé a trabajar por primera vez  una dieta, solo utilizaba un suplemento vitamínico y mineral normal, pero la experiencia ha demostrado según los doctores el valor de las dosificaciones mayores, y en ese aspecto deseo dar un punto de vista: no deberían tomarse dosis superiores al estándar en lo que se refiere a las vitaminas A y D, porque son solubles en las grasas y puede quedarse almacenadas en el organismo (hasta llegar a niveles tóxicos) si son tomadas con exceso crónico; pero todo el espectro del vitaminas complejo B, así como las vitaminas C y E deberían ser tomadas en dosis significativas, junto con minerales como el calcio y el magnesio.

Cuando más leo y comprendo claramente los grandes beneficios que se derivan del incremento en la utilización de esas vitaminas minerales.

Considero muy probable que, si fueran examinadas las costumbres alimenticias de la mayor parte de nuestra sociedad, veríamos que muchos de esos elementos nutritivos escasean en la alimentación diaria, sin importar si uno está siguiendo una dieta o no.

Por consiguiente, me resulta sorprendente descubrir que la adición de esos elementos dietarios aporta a menudo una clara mejora en el estado de bienestar.

Va como anillo al dedo con el principio de la restricción de los carbohidratos y la estabilización de los bajos niveles de azúcar en la sangre.

Si se comprenden dos principios biológicos clave, primero, que prácticamente todos los individuos obesos demuestran algún grado de intolerancia hacia los hidratos de carbono y, segundo, que existe un amplio grado de variaciones individuales en las respuestas biológicas.

Una vez comprendido esto, uno puede ajustar su dieta a su propia respuesta metabólica, así como a sus preferencias en alimentos y estilo de vida.

Se darán cuenta de que existe una diferencia entre el «nivel crítico de carbohidratos» y el nivel cero de carbohidratos, El nivel crítico se halla algo por encima del cero y varía en cada individuo.

No obstante, lo cierto es que no todos los pacientes obesos responden de la misma manera a una dieta determinada. Tienen sus diferencias individuales. Una dieta que permite perder peso a una persona puede hacer que otra
lo gané.

La misma dieta que hace que el nivel de colesterol de un individuo descienda, puede provocar su aumento en otro. Uno no necesita a un médico para que le diga si está perdiendo peso o no, o para saber si se encuentra bien o no. Cada cual es el mejor juez en estos aspectos. Tampoco necesita a un médico para determinar su propio peso, constitución y musculatura y, a partir de estos factores, el peso deseable.

Ni necesita a un médico para determinar si la dieta que sigue es la aconsejable para lograr los objetivos de reducción de peso y mantenimiento del mismo, porque puede emplearse con gran facilidad el método de auto comprobación.

Pero sí necesita a un médico para que le diga cómo está progresando con sus niveles de colesterol, triglicéridos, glucosa y ácido úrico, las variables que con mayor probabilidad se verán afectadas por la dieta y que, naturalmente, tienen una influencia directa sobre nuestra salud. Esto, claro no puede lograrse sin la ayuda de un médico.

Saludos, tu amiga Ana Vegana espero te haya gustado mi investigación sobre las dietas y la obesidad hasta la próxima.

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