Cuando en una familia hay dos hijos o más, la educación de los mismos puede complicarse, ya que cada niño tiene su peculiar manera de ser, por eso hoy vamos a platicar de la relación entre hermanos y como debe darse con los padres.
Esta individualidad de cada uno de los hijos puede ser una presión intensa para los padres, los cuales pueden entonces preferir educar a sus hijos como si fueran hijos únicos.
En otras ocasiones, el trato a los hijos es exactamente igual para todos, desde la manera de vestirlos, hasta los tipos de alimento que deben consumir.
En ambas situaciones, la consideración de los padres puede ser de tolerancia para la relación espontánea o natural entre los hijos o bien de sujeción o unión en cuanto a la manera de relacionarse entre sí.
En los casos de sujeción o unión estricta a las normas que fijen los padres, se pueden dar dos situaciones prácticamente opuestas entre sí, les voy a dar unos ejemplos.
Cuando cada hijo es educado en forma muy diferente de otro, tal como si fuera hijo único y además no se permite que haya una relación muy estrecha entre ellos, sino por el contrario se fomenta la rivalidad natural existente entre hermanos, el matiz de sus relaciones lo impone uno o ambos padres.
De esta forma, se ahonda la diferencia congénita que existe entre los niños; se estimula la competencia; se crean pequeños mundos para cada uno. Se promueve la independencia pero a la vez la separación de un hermano en relación con el otro u otros.
En la situación contraria, cuando todos los hijos son educados de la misma manera, con solo pequeñas diferencias por su sexo o edad, se restringe la individualidad y la libertad; se promueve la uniformidad y se cría a los hijos como si hubieran sido «producidos en serie» por así decirlo.
Se trata, de tal manera, de uniformar lo más posible sus gustos, intereses y hasta la manera como deben relacionarse entre sí y con las demás personas.
CADA NIÑO ES DIFERENTE DE SU HERMANO
Lo más conveniente desde mi punto de vista para el desarrollo adecuado de los niños (cuando son varios hijos en una familia) es permitir que cada uno desarrolle sus potencialidades. No hay dos niños iguales y en consecuencia no pueden darse dos educaciones iguales.
Cada niño es diferente de su hermano o hermanos en aspectos físicos, mentales y emocionales. Unos puede ser robusto o gordito, otro delgado, a uno de los niños le puede gustar la música a otro el deporte, uno puede ser muy expresivo en sus demostraciones de afecto otro, más bien «seco o frío»; o escaso de este tipo de demostraciones.
La inteligencia entre ellos puede ser semejante; sin embargo, en alguno puede estar orientada hacia aspectos
concretos, en otro hacia aspectos abstractos.
En cuestión de gustos, la variedad es enorme. Se considera la comida, el tipo de ropa y sus colores, las diversiones, sus juegos. Incluso los gemelos no los mellizos, pueden tener algunas similitudes y llegan a ser diferentes en muchos aspectos.
Por otra parte, lo más frecuente es que haya diferencia de uno o varios años entre un hijo y el otro. En los niños, una diferencia de tres años puede ser muy notable. Los intereses y capacidades de un niño de dos años no pueden compararse con los del que tiene un niño de cinco.
Entre una niña, casi adolescente de 12 años de edad y su hermano de diez, puede mediar un abismo insalvable.
Estas diferencias deben ser respetadas, uno de los objetivos principales de la educación, es permitir que cada persona se desarrolle en lo que es realmente más le interese.
Nadie tiene que ser o tratar de ser igual a otro, ninguna persona (niño en este caso) debería ser la imitación de otra. Cada quien tiene su vida y se debe permitir que el niño la expanda y la viva plenamente.
La situación puede ser muy compleja y los padres quizá se sientan incomodados por la situación. Por eso, es posible que traten de implantar pautas muy precisas sobre la manera como deban comportarse los niños.
EDUCARLOS CON SUS DIFERENCIAS Y SIMILITUDES
Las dos posibilidades para ello son: fomentar las diferencias y educar a cada hijo tal como si fuera el único o por el contrario tratar de hacerlos semejantes entre sí.
La primera fórmula veo que es la más conveniente, siempre y cuando no llegue a constituir un medio de discriminación entre los hermanos.
El Padre o la Madre pueden, por otra parte, imponer normas de conducta diferentes para cada hijo, sin que eso signifique que sean injustas. Simplemente son diferentes y esto se aplica también a las formas de relación de un hermano con el otro.
Es frecuente que las relaciones entre hermanos terminen en disputas y peleas. Los padres pueden no gustar de estas riñas cotidianas e intervienen, no para conciliar, sino para poner límites muy precisos en las relaciones fraternas.
Hay situaciones en las que un niño no conoce en realidad a sus hermanos, ya que se le impide la relación con
ellos por el interés de los padres de evitar las disputas.
Se relaciona entonces mejor con sus amigos y compañeros de escuela. Estos hermanos llegan a constituir dos
(o más) extraños bajo el mismo techo.
Ya mayores, se dicen hermanos «por accidente» porque parece que no los une nada, solo la coincidencia biológica de haber tenido los mismos padres.
El respeto por la individualidad de cada hijo, sumado a la exigencia de los padres de que los hijos se relacionen entre sí únicamente bajo los patrones impuestos por aquellos impide una relación positiva entre los hermanos.
Cuando son dos hijos, existen generalmente rivalidades entre ellos y procuran (cada uno por su lado) realizar «alianzas» con el Padre, la Madre o ambos, de manera que obtengan más poder e influencia. En el caso de tres o más hijos, se forman generalmente alianzas entre dos, que se opone a la formada por los otros, o del otro con uno de los padres.
Estas alianzas no son permanentes; pueden ser principalmente para jugar, pelear, hacer las tareas escolares o
influir sobre los padres. A veces son entre hermanos del mismo sexo o de los mismos intereses.
El papel de los padres es permitir que las relaciones entre hermanos sean -en lo que cabe- cordiales, espontáneas y libres.
Pero tampoco se debe pretender determinar la manera exacta en que deben relacionarse.
El ser diferente un niño de otro -y respetar su individualidad- no equivale a fomentar la discordia ni la enajenación. Es decir, que se vuelvan ajenos a sí mismos; a su familia. Ser hermanos no significa ser enemigos. Son diferentes, pero no rivales.
HIJO ÚNICO Y VARIOS HIJOS
Criar un hijo único es diferente de educar a dos o más hijos. Si bien es conveniente estimular la individualidad, no se debe, por otra parte, fomentar la envidia y la rivalidad. En ocasiones, los padres se desesperan por las peleas frecuentes entre hermanos, ya que casi cualquier cosa puede ser motivo de fricción (especialmente a ciertas edades en las que el espíritu de competencia es mayor).
Ante esta situación, la actitud del Padre o de la Madre puede ser la de imposición de normas estrictas que regirán especialmente la forma de relacionarse entre los hermanos.
Las relaciones entre ellos serán entonces «triangulares», de tal modo que no hay comunicación directa entre ellos, sino que debe siempre participar uno de los padres como intermediario y a la vez modulador del comportamiento de los hijos. Esta forma de convivencia trae consigo tensiones, ya que no se permite la expresión franca de sentimientos entre los pequeños miembros de la familia.
Un motivo que tienen los padres para impedir o limitar la relación libre entre hermanos, es pretender encauzar la vida de cada hijo dentro de un patrón que el Padre o la Madre han seleccionado.
Por ejemplo, el Padre decide que su hijo varón va a tener la misma profesión que la suya, sus mismos intereses y gustos. Le traza un camino desde que nace y quiere entonces que el niño lo siga hasta la meta prevista.
En esas condiciones, es posible que el Padre no quiera que ese niño varón se relacione mucho con sus hermanos, para que no se «contamine» con ideas o gustos de ellos y eche a perder el futuro que le ha escogido.
Otra forma de influencia restrictiva de los padres en la relación fraterna, es la que se da por sexos, de tal manera que se permite la relación, pero solamente entre las mujeres por un lado y los hombres por el otro. O bien, puede tratarse de la restricción según edades; los niños pequeños por una parte; los “mayores” por la otra.
La falta de relación puede deberse a una lealtad malentendida de los pequeños que quieren quedar bien con el Padre a quien más quieren o a quien más temen. En tales circunstancias, uno de los hijos se relaciona solamente con uno u otro de los padres del que también sean los preferidos o los que le tengan más miedo.
Esta limitación (y a veces hasta mutilación) de las relaciones entre hermanos, impide el desarrollo y expresión del amor fraterno, el cual es peculiar y parte importante dentro del desarrollo personal de cada criatura.
No es -por supuesto- un amor sin problemas, ya que habrá dificultades, rompimientos, reconciliaciones; ofensas y perdón: Sobre todo por el hecho de tratarse de una relación entre niños, los cuales son cambiantes de un día a otro y en ocasiones de un momento a otro.
Criar a dos o más extraños bajo el mismo techo es permitir una situación tensa que a la larga puede conducir a un alejamiento permanente y definitivo entre los hermanos y (lo que es peor) a un odio sin razón entre ellos.
Las relaciones entre los diversos miembros de la familia pueden ser «acartonadas» de tal manera que se siga un protocolo para relacionarse. Falta naturalidad; hay demasiada formalidad y no caben discrepancias a la misma.
Se sigue un ritual de manera estricta. Cada quien hace «lo que debe hacer», tal como los trabajadores en una línea de ensamblaje de una fabrica.
Permitir que haya entre ellos una relación verdugo-víctima.
En las familias en las que hay dos hijos o más, puede existir el niño “consentido”, al que se le tienen toda clase de consideraciones por parte de uno o ambos padres. El niño preferido deforma la relación con sus hermanos.
La «preferencia» de los padres puede obedecer a diversas razones; las más comunes son que sea el primogénito, que se parezca más a alguno de ellos o tal vez a que sea el único varón, con cuatro hermanas.
Cualquiera que sea la razón de este consentimiento particular y exagerado, la situación es inconveniente para él y sus hermanos. Todos los hijos merecen la atención y el amor de los padres por igual. Hay situaciones en las que uno de los niños es más cuidadoso con su ropa, estudia más o es más responsable. Entonces puede y debe alabársele.
Esta forma de apoyo no significa que sea el consentido en la forma como se presenta. Es premiado, ya que ha respondido adecuadamente a las expectativas de sus padres. Hay una razón lógica para otorgarle una situación privilegiada, es como pago por su buena actuación.
Sin embargo, los niños mimados en los que hago referencia son por razones que dependen más de los padres que del niño. Simplemente alguno es elegido y posteriormente coronado como el “consentido”.

En esas condiciones, el niño inmerecidamente consentido puede ser desobediente, grosero y descuidado y a pesar de ello seguir siendo el consentido; el “hijito” de mami o de papi.
Esto a la larga es injusto para él y para sus hermanos, ya que por un lado al ser “el rey” abusa de su posición y utiliza a sus padres como ejecutores de sus órdenes.
Esto le crea una falsa sensación de poder y dominio que las circunstancias normales de la vida se encargarán de
poner en su lugar. Para los hermanos, se convierte en una amenaza a veces peor que la que puede representar
el Padre o la Madre en el sentido de castigar.
El niño consentido puede ser aparentemente el más débil, enfermizo o pequeño de la casa y quizá por tener alguna de estas características es mimado. En esa aparente debilidad radica su fuerza, ya que se convierte en un tirano; quiere que todos los demás le sirvan y estén atentos a sus mandatos.
LOS CONSENTIDOS ODIOSOS
El más pequeño de la familia es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se le permite que por su pequeñez hostilice y maltrate a sus hermanos, los cuales no pueden responder en la misma forma, ya que serían castigados por ser desconsiderados con el más joven de la familia.
De esta forma, el pequeño golpea a sus hermanos, les quita alguno de sus juguetes, se burla de ellos porque sabe que cuenta con el apoyo incondicional de sus papás. Es un personaje «intocable».
La niña dentro de una familia con el resto de los hijos varones es también un ejemplo de esta forma de consentimiento. Como es mujer -piensan los padres- los demás hermanos no tiene derecho a molestarla, ni menos agredirla, aun cuando ella sea la que constantemente los esté fastidiando a ellos.
Cuando el niño consentido es el mayor (o tiene más fuerza física) es fácil entender que se aprovecha de ello para lastimar, molestar y amenazar al resto de los hermanos. Se aprovecha de ellos; impone su voluntad, dirige la casa cuando no están los padres (y a veces aun cuando se hallen presentes); se convierte en un dictador, manipula a los demás y en ocasiones hasta le tienen que servir y complacer en todas sus necedades.
En la debilidad puede radicar la fuerza del niño consentido y casi siempre de la consentida. La aparente fragilidad de la niña hace que algunos padres la tengan como intocable por los hermanos.
Nadie le puede poner la mano encima. Esto es, por supuesto, utilizado por la consentida para molestar a sus hermanos.
Esta forma de consentimiento o mimo injustificado de los padres para solamente uno de los hijos es algo injusto, ya que con ello se cataloga automáticamente a los demás como si valieran menos; El primero o principal es uno; los otros, son secundarios, tienen menos importancia para los padres.
Esto lastimará a los niños que no son los consentidos; se sienten hechos a un lado y se preocupan por no haber tenido los atributos del consentido. Tales atributos pueden ser reales (el más inteligente, por ejemplo) o bien pueden no serlo en absoluto (ser la más parecida a la mamá).
El niño consentido de esta manera, puede gozar de prerrogativas que los otros ni siquiera se atreven a pedir.
Puede tener la mejor ropa, ser enviado, a una mejor escuela.. El consentimiento puede originarse en los padres y también en otros parientes y abuelos.
EL CONSENTIMIENTO APROPIADO
El consentir a un niño por lo que hace, es una forma de estímulo y además es un reconocimiento a su esfuerzo y dedicación. La forma de consentimiento únicamente basado en lo que el niño es o parece ser, es sumamente dañina.
Esto afecta a toda la familia y el consentido no escapa a ello.
El niño “consentido” de manera exagerada puede serlo por uno solo de los padres, o bien cada progenitor tendrá su propio consentido. De esa forma hay competencia entre los dos consentidos y entre estos y los demás hermanos.
Los niños consentidos de este tipo pueden convertirse en personas odiosas para sus hermanos y compañeros de la escuela. Piensan que tienen derecho a todo y quieren que se les mime en todas partes, tal como lo hace su padre o su madre.
La situación del niño que es consentido y al que se le permite hacer lo que le plazca, favorece que algunos se vuelvan crueles para con sus hermanos y los pequeños animales domésticos.
Si esta conducta es aprobada por los padres, la situación puede a la larga ser tan incontrolable que los propios padres se convierten en víctimas de su propia creación.
En ocasiones, los niños consentidos tienen que pagar un precio muy alto por ser los preferidos de mamá o de papá.
Es posible que tengan que obedecerlos ciegamente o que se sientan comprometidos emocionalmente, sin excepciones.
Algunos niños parecen ser consentidos, pero únicamente lo son en apariencia. Por ejemplo, un niño consentido por la Madre, pero que es educado como si fuera una niña, está siendo sumamente lastimado.
Otras veces, la situación es opuesta; el niño mimado controla casi por completo a uno o a ambos padres. Se trata de un niño caprichoso, exigente y grosero a quien sus padres le toleran todo.
Existe normalmente entre hermanos una situación de rivalidad. Cada hijo trata de congraciarse, a su manera, con los padres y ser el preferido.
Esto es razonable y en tales condiciones vale la pena consentir a aquel que hizo mejor las cosas. Esta forma de mimo es temporal y unas veces es para uno de los hijos; otras, para uno diferente.
EL DESPRECIO PARA CON EL HIJO
La reacción opuesta al consentimiento exagerado es el desprecio a uno de los hijos. Se trata de aquel niño al que se le echa la culpa de todo lo malo que suceda, es el «chivo expiatorio», si algo sale mal, él tiene la culpa, es la opinión de sus padres y hermanos.
Las razones para que se dé esto radican en la manera como los padres perciben a ese niño. Puede haber sido un hijo no deseado, o con alguna limitación física. Cualquier razón puede ser motivo de desprecio, al igual que como se trata al niño consentido en exceso.
A este niño se le priva de estímulo; se le critica severamente y se la hace sentir que no vale nada. Casi, que es un acto de piedad el hecho de permitirle que viva. Es el niño sin derechos. Esta es una variante del niño maltratado.
Los niños necesitan guía, respeto y apoyo. No hay niños buenos ni malos; hay, sí, actos adecuados e inadecuados.
Un niño que hace una tontería no es un tonto; ni aquel que rompe un juguete es un destructor. Se debe calificar la acción, pero no al niño.
El ponerle una etiqueta no mejora la situación y es denigrante para el pequeño y (dada la rivalidad natural entre hermanos), la situación puede ser aprovechada por el niño consentido, al cual se le atribuyen toda clase de buenas características.
Es el bien educado, el inteligente, el simpático, el mejor en todo y para todo y cuanto a mayor sea la imagen idealizada del niño «mimado», menor será la valoración y autoestima del resto de los hermanos.
El cuento de «La Cenicienta» ejemplifica una relación de este tipo.
Pueden darse “alianzas” negativas entre uno de los padres y el hijo consentido, ya que esta combinación sirve para fastidiar a uno o varios miembros de la familia, con las consecuencias indeseables que son de esperar.
Así entonces, un aspecto valioso que debe ser atendido por los padres es la justicia con la que merecen ser tratados cada uno de los hijos, ya que tienen derecho unos y otros.
Todos son hijos, todos ellos son personas, todos son seres humanos y pues bueno hasta aquí este artículo que les comparto de una reflexión que tengo sobre como llevar la relación entre hermanos, toda esta información la fui recopilando de varios expertos en el tema. El cual se me hace de mucha importancia y por eso lo publico aquí en mi blog saludos su amiga Ana Vegana.