Bueno continuamos con la segunda y última parte de este artículo espero puedan sacarle provecho y cualquier cosa estamos por aquí para comentarios o puntos de vista sobre este, saludos.
EL RESPETO A LOS DERECHOS DE LOS DEMÁS
A los niños se les debe enseñar a respetar a los de más, entendido el respeto no solo como buenas maneras y hacer caravanas, sino como el arte de identificar y percibir que los demás tienen propiedades y derechos que deben ser salvaguardados.
A los primeros que debe aprender a respetar es a sus padres y hermanos; luego a los demás miembros de su vecindario y escuela, a sus parientes y a todas las personas con las que se relacione.
Esto se aplica a hombres y mujeres; a niños y ancianos; a pobres y a ricos; a los que son semejantes a sí mismos en educación, nivel escolar, religión, recursos, etc. y también a quienes son diferentes.
No cabe la discriminación, sea del tipo que sea; y el fomentarla sería envenenar el alma del niño.
Es normal que los niños sean egoístas y-en cierto modo- este rasgo es útil para que aprendan a defender sus cosas, sus ideas y así mismos. Sin embargo, ese egoísmo “sano” debe ser cuidado para que no se manifieste como una forma maligna de pretender todo para sí y nada para los demás.
La competencia por ser mejor, más capaz más estudioso, es buena y favorece el crecimiento, la interrelación humana y la superación personal; pero teniendo siempre presente que los derechos de una persona no pueden pasar sobre los derechos de otros.
Esto se refiere a cualquier ser humano. Se puede dar el caso de que el niño sea respetuoso con todo el mundo, menos con la servidumbre; o es considerado con los demás, pero…. es cruel con los animales domésticos o los pequeños animales silvestres.
Se crea entonces una mancha o vacío en la educación, que debe corregirse por los padres y por las personas adultas responsables que participan también en la educación de los niños.
La mejor manera de inculcar en el niño el respeto y consideración a los demás es por medio del ejemplo que
los padres proporcionan. No es válido, por lo tanto, que los padres afirmen una cosa y se comporten de manera
completamente opuesta.
El niño que es respetado y protegido por sus padres es el que aprenderá a respetar y considerar a los demás. Así es como el niño aprende la mayoría de las actitudes con respecto a sí mismo y a quienes lo rodean, con el ejemplo, no con palabras y menos con castigos.
La educación es de todos los días; de las mañanas y las tardes; de los días de escuela y de asueto; no solamente cuando llegan las visitas o cuando se trata de impresionar favorablemente a alguna persona. De hecho, la educación empieza desde antes de que el niño nazca y no termina nunca.
Por ello, se debe predicar con el ejemplo y “el buen juez, por su casa empieza”.
LA OBLIGACIÓN DE DARLO TODO SIN DERECHO A RECIBIR NADA
Tratar de que los hijos sean personificación de la perfección es un error tan grave como el pretender que sean siervos de los padres (y de los demás).
Para algunos padres, los hijos son su propiedad, entendida esta como el derecho a hacer de la vida de ellos lo que más complazca al Padre o a la Madre.
Consideran que los hijos les deben todo y, en consecuencia, lo menos que los niños pueden hacer es plegarse a todas las demandas de los padres.
Es decir, los padres tienen los derechos; los hijos deben obedecer y cumplir. No hay pero que valga. Si los padres les dan la vida, comida, techo y vestido, los hijos tienen que recompensar eso por medio de la sumisión a las necesidades y deseos de los padres.
Contemplado desde el punto de vista en el que los padres tienen derecho absoluto sobre la vida de sus hijos, no es difícil pensar en situaciones en las cuales los niños carecen de cualquier derecho y tienen solo obligaciones que cumplir.
Por mucho tiempo y hasta el siglo pasado es decir siglo XX, los niños fueron considerados seres inferiores, no en tamaño, sino en valor humano; eran obligados a trabajar desde muy Pequeños, con sueldos miserables.
También fue curiosa la situación en algunos países, en los cuales las sociedades protectoras de animales se manifestaron antes que la declaración y aplicación de los derechos del niño.
Esta visión desvalorizadora de los niños todavía persiste en algunos grupos; aunque, afortunadamente, cada vez es menor. Sin embargo, la mujer sigue siendo, la más afectada por esta verdadera discriminación.
Desde que los niños nacen, lo primero que muchos padres quieren saber es su sexo. ¿Qué fue? ¿Niño o
Niña? en el caso de los varoncitos las expresiones de júbilo no se hacen esperar, especialmente si es el primer hijo. Si quien nació es mujer, el gusto se presenta, pero es menor (Machismo en muchos países latinos).
Las expresiones son muchas veces consoladoras hacia los padres, tales como «Las niñas son muy cariñosas», «Lo importante es que haya nacido sanita» y otras por el estilo.
Pareciera que el varón tiene mayor valor que la niña. Puede haber una aceptación basada en la razón, pero en el fondo muchos padres desearían que el hijo que nació hubiera sido un hombre. Se justifica esto al decir que las mujeres sufren más: i pobrecita ! Fue mujer y ya ni modo.
LA COMPARACIÓN ENTRE NIÑOS Y NIÑAS
Existe la creencia de que las mujeres son más frágiles, menos tolerantes para las agresiones normales de la
vida. La realidad es diferente: las mujeres son de hecho más resistente que los hombres, sobreviven mejor en la
niñez y su longevidad es mayor que la del hombre.
La desvaloración de los hijos (principalmente de la mujer) obedece en muchos casos a que los padres piensan que la ley y la sociedad les conceden un derecho total sobre su prole.
Es indudable que los padres tienen derechos sobre los hijos (también responsabilidades); pero estos derechos de padres no anulan los que los niños tienen también. Son derechos de los niños, ya incluso precisados por la Organización de las Naciones Unidas.
A pesar de eso, existen niños que no solamente son desvalorizados, sino también maltratados. Es lo que se llama el síndrome del niño maltratado, el cual es un indicador de que todavía los niños siguen siendo uno de los grupos más vulnerables en nuestra sociedad.
Y de entre los niños, los de sexo femenino llegan a ser tratados más mal.
Para algunas sociedades, el valor del niño es de tipo “comercial” en el sentido de cuánto puede producir.
Los niños varones son iniciados en el trabajo a edad temprana (sobre todo en el medio rural).
Las niñas, en cambio, como se considera, deben ser más bien mujeres de la casa; como esposas y madres, tienen un valor comercial menor, ya que no producen dinero y el trabajo casero es considerado por muchos como de poco valor o intrascendente.
Además, el niño llegará a convertirse en un adulto y al ser hombre podrá ocupar la cabeza de la familia y obtener un puesto importante en la actividad que desarrolle, sea en el comercio, la profesión libre, o en cualquier campo que se desarrolle profesionalmente. Mientras que la mujer todavía tiene restricción en diversos campos de trabajo, se le paga menos y (por otra parte) le cuesta más trabajo progresar.
Esto no se debe a una limitación derivada de su sexo, sino a la restricción social impuesta. También, es deseado por muchas parejas que el primer hijo sea varón, no importando si las que siguen son mujeres. En otros casos, los padres aceptan tener mujeres siempre y cuando haya también hombres. Puede ser que los tres o cuatro primeros hijos hayan sido mujeres; entonces, el padre sigue buscando el varoncito «porque tiene que haber un hombresito en la familia» tener dos hijos, acaban con cinco o seis hasta lograr que aparezca el niño,y veces nunca llega.
LOS «INCONVENIENTES» DE SER MUJER
La mujer, por otra parte, no perpetúa el apellido familiar. Se halla en muchas ocasiones, sujeta a la voluntad del hombre; tiene mayores dificultades para progresar y todo eso hace que su valor como persona sea aparentemente menor. Son estos factores sociales y económicos los que en parte contribuyen a que los padres deseen de manera consciente o inconsciente tener hijos varones.
Esta opinión es no solamente del Padre; también muchas madres la comparten. Quieren que sus hijos sean hombres y no mujeres ya que, las mujeres nacen, según ellas, para sufrir. Tienen que soportar dificultades naturales que los hombres no tienen, tales como la menstruación, el embarazo y el parto. . Son las «latas»de las cuales los hombres se han liberado.
Para algunos padres, el hecho de tener niñas significa mayor trabajo para educarlas y una mayor responsabilidad. El hombre puede ser educado con mayor libertad; la niña, con más restricciones. El padre, por su parte, quiere tener un hijo que sea como la prolongación de su propia vida; que comparta sus deportes e intereses; que lo acompañe a acampar y en situaciones por el estilo.
La madre, por su parte, desea al varón, ya que puede ser otra figura masculina dentro de la casa; puede cuidar a las hermanas y -cuando sea adulto- puede tal vez colaborar en el sostenimiento del hogar.
En nuestro medio (y más aquí en países latinos), son diversas las situaciones que se dan respecto al valor que las familias dan a los hijos hombres y mujeres. Persisten todavía muchas costumbres en las cuales la mujer, desde que nace está ya sola y es juzgada por el hombre. La niña debe ceder a los gustos del hermanito. Más adelante, debe servir a sus padres y hermanos.
Es la que, por ejemplo, debe poner mesa, lavar los trastos, planchar la ropa, acompañar a mamá al mercado y muchas otras actividades consideradas «propias de la mujer» e indignas por parte de un hombre, tenga cinco, diez o quince años.
Es una injusta desigualdad la que se presenta al educar a los hijos de esta manera. No hay tareas exclusivamente masculinas ni femeninas. El que un niño o el padre laven los trastes no los hace menos varoniles. Tampoco, el que una niña juegue con cochecitos disminuye su femineidad.
La niña es físicamente más débil que el niño, en el sentido de fuerza muscular, ya que en aspectos tales como resistencia a las enfermedades y capacidad para sobrevivir, aventaja al hombre. Es conveniente entonces
que los padres se percaten de que la sociedad se halla en un cambio importante y que la mujer no debe estar disminuida en relación con el hombre.
LA DESIGUALDAD DEBIDA AL SEXO
Educar a los hijos en la igualdad de oportunidades es una necesidad. No significa que los niños sean iguales a las niñas. Al contrario,“i viva la diferencia!”. Pero diferencia, no significa inferioridad para uno de los sexos.
Todos los hijos tienen los mismos derechos, independientemente de su sexo. A la vez, las diferencias deben ser respetadas por los padres. Un niño no vale más que una niña, ni viceversa. Cada niño tiene sus propias características y como todos los seres humanos tiene capacidades y defectos.
En algunos países y hablamos hoy 2021 la disminución de la mujer en su valor humano ha permitido que las niñas sean muertas antes de nacer, al conocer su sexo por medio de la tecnología moderna (ultrasonido) mientras aún se hallan en el vientre materno, o bien son muertas al nacer.
Cada sexo tiene su papel en la sociedad; los dos son igualmente importantes; hay, sin duda, diferencias notables en algunos aspectos (y qué bueno que así sea).
Sería un mundo muy aburrido si no existieran esas diferencias, pero eso es muy distinto de considerar a la mujer como un ser inferior.
Estos modelos que se tratan de imponer a los hijos de: “Varón es igual a ser valioso; mujer es igual a ser inferior”, son dañinos para ambos sexos.
El niño aprende a no respetar a la mujer; ni siquiera a su madre, ya que la considera de poco valor y (por su parte) la niña aprende un papel que no le parece justo por la inferioridad que representa; le molesta entonces la actitud de su madre, pero -a la vez- como se ha identificado con ella por ser mujer, aparece la ambivalencia; es decir, la atracción y repudio a la misma persona, al mismo tiempo.
La manera de manejar adecuadamente este aspecto, es otorgar a cada niño su valor real como ser humano; respetar las diferencias y eliminar la discriminación de la mujer, empezando por los hijos y (por supuesto) por sí mismos. El padre debe poner el ejemplo y ayudar a la esposa en las tareas de la casa. Las niñas, por su parte, seguirán ayudando a su madre a lavar los trastos, pero los niños también deben hacerlo.
La equidad en cuanto a sexos es el punto clave de este artículo que les escribo, ya que con ello se podrían disminuir o hasta eliminar muchos prejuicios y creencias erróneas acerca del menor valor de la mujer y la mayor valía del hombre.
También permitiría aceptar como algo completamente natural muchas funciones del cuerpo de la mujer, tales como la menstruación, el embarazo y el parto, a las que todavía se les cataloga por algunos grupos sociales como una “carga”, un castigo, o un destino de sufrimiento, aflicción y hasta vergüenza.
Es también importante la aceptación, dentro del mundo de los adultos, del valor del niño como persona, no como un adulto en pequeño, ni tampoco como un ser extraño al mundo de las personas mayores, o como alguien más bien peculiar, chistoso y quizá hasta divertido, pero finalmente de poca importancia y sin el valor correspondiente, a una persona humana (aunque suene redundante).
El valor de los niños es propio de ellos; no es un regalo gracioso que los adultos le pueden dar, ni tampoco quitar. Se trata de un derecho genuino que los niños tienen desde que nacen (de hecho, desde antes) y que es importante reconocer y respetar.
Los padres son entonces, los primeros que pueden reconocer en su hijo el derecho de ser protegido, a vivir, a ser libre y desarrollarse según sus potencialidades y gustos.
En suma a convertirse de niño en joven y de joven en adulto, pues espero les sirva como reflexión este par de artículos que escribí aquí en mi blog y me gustaría mucho que nos dejaran sus cometarios acerca de este tema.
De todos modos a mí me da un placer escribir sobre este tipo de temas pues yo tengo dos bebes que son mellizos (niño y niña) y este tema, da pauta a reflexionar sobre como tratamos a nuestros hijos desde chicos saludos Ana Vegana.