Niños y bebes consentidos o mimados mala educacion de los padres

El niño muy pequeño o el bebé, reciben todo y no dan nada a cambio. Son atendidos alimentados y protegidos. Reciben afecto de sus padres y del resto de la familia. Hay una dedicación prácticamente exclusiva de la madre mientras transcurren sus primeros meses de vida… esto es normal.

Esta situación de dependencia y de ser el centro de atención (en cierto modo, egoísta), cambia paulatinamente a una relación del pequeño con los demás, en la que él también empieza a dar, principalmente, afecto.

Sonríe, da los brazos, juega, platica con su madre y la complace.

Conforme pasan los meses -y los años- el niño es capaz de dar más, ya que puede hacer más cosas; tiene mayores habilidades. Participa entonces en muchas actividades de la casa. Empieza a ayudar, poner la mesa, arreglar su cama o alguna actividad similar. Comparte sus posesiones y juguetes, aunque sea solo por un rato y únicamente con algunos de sus amigos.

Aprende poco a poco que existen “reglas del juego” de la vida. Si coopera con sus amiguitos, estos le ayudan. Si golpea a alguien, lo más probable es que reciba un golpe a cambio. Mientras que si participa y convive con los demás, es aceptado.

Los juegos de los niños tienen ciertas reglas que hay que cumplir; puede ser el futbol, las canicas o un juego
de mesa, e inclusive hoy en día los juegos en línea. En los juegos, como en el resto de las cosas de la vida, todos tienen derechos y obligaciones. Los que no cumplen, salen del juego.

De esta forma, el niño pasa desde una etapa total de dependencia cuando es Bebé y parece ser omnipotente
(ya que sus deseos o necesidades son satisfechas rápidamente), hasta una situación en la que para recibir
tiene que dar y compartir. Aprende a ganar ciertos derechos.

Es premiado cuando se porta bien; cuando obedece; cuando progresa en la escuela. En cambio, es castigado
si comete una infracción a las normas, no cumple con sus obligaciones o de alguna manera no se comporta
como debiera.

En la educación de los niños, se les prepara para que -cuando sean adultos- tengan la actitud y capacidades
para poder vivir en sociedad y de manera civilizada.

Uno de los aspectos más importantes de la convivencia social es que hay que cooperar para tener buenas relaciones con los demás.

EL HIJITO REY DE LOS CUENTOS (EL ERROR DE LOS PADRES)

Si a un niño se le enseña que es una persona muy especial (tan especial que merece todo), se está fomentando el egocentrismo de tal manera que el niño siente y piensa que todos le deben atenciones, simplemente porque es él. No tiene necesidad de ningún esfuerzo; es como un Rey de los cuentos al que todo mundo le debe hacer caravana.

Este niño engreído lo es porque sus padres le inculcan la falsa idea de que lo merece todo; ya sea por su inteligencia, belleza o cualquiera otra cualidad (Que puede ser real o solo imaginada por los padres o él mismo.) Es como un ser aparte dé los demás; casi un querubín hecho niño.

Es el hijito de Mamá o de Papá. El que todo hace bien; el que nunca se equivoca; el niñito perfecto; el consentido. Es el niño al que nadie puede comparársele, porque no le llegaría ni a los zapatos. Este niño es una criatura enferma de egoísmo, fomentado por los padres. El amor es ciego -sobre todo el de la madre- y es natural que los padres vean a sus hijos mejor de lo que son.

Pero de ahí a considerar que el niño es perfecto, media un abismo.

Esta adoración de la Madre o el Padre por el consentido hace del pequeño un niño que cree merecer todo.
Sus padres se lo repiten constantemente:“Tienes todo el derecho, hijito, de hacer lo que tú quieras”. Tú eres
mi Rey (y también de los demás). Yo vivo para ti. Tú eres la razón de mi vida y estoy a tu servicio.

Los niños creídos de sí mismos: infautados, son odiosos. A veces ni ellos mismos se aguantan; menos lo harán otras personas. Piensan que son merecedores de todo tipo de consideraciones. Son el ombligo del mundo, aunque en realidad se trate de niños comunes y corrientes.

Es una pena formar niños de este tipo. A la larga, la vida se encargará de ponerlos en su lugar. Esto implica un sufrimiento enorme para el niño. La frustración hace presa de él y no entiende por qué él, tan importante, tiene que cumplir con las, odiosas obligaciones cotidianas de los demás; de la “chusma” (así le dicen aquí en México a la clase más pobre o marginada).

Los «tesoritos o bendiciones» como hoy en día les dicen no son más que simples mortales con todos los defectos de la gente común, aunque con uno más, el engreimiento enfermizo en grado superlativo.

Es bueno que las personas tengan autoestima; que se quieran a sí mismas, y que sepan hacer valer sus derechos. Pero eso es diferente de creerse superior a todos los demás, y verlos desde arriba, como si los otros fueran seres inferiores. Es el complejo de superioridad.

Enseñar a los hijos que tienen derecho a recibir todo sin dar nada a cambio esta mal

Muchas veces solo encubre el temor de mostrarse tal cual se es.
Es bueno que los padres quieran a sus hijos; es positivo para los niños y sus progenitores. Sin embargo, no
debe confundirse el cariño con la pretensión de pensar que el hijo que se tiene es la octava maravilla del mundo. “El amor no tiene barreras”, pero la vida real hará que estos niños se den frentazos constantemente.

Los “reyesitos” no son más que fantasías de los padres. El “rey” del hogar no es más que uno de los millones que habitan esta tierra. Simplemente eso: uno más.

EL EQUILIBRIO JUSTO DEL VALER DEL NIÑO

Tampoco un niño es menos que los demás; no es inferior; es tan valioso como cualquier otro. El equilibrio justo es el valor, adecuado. Los extremos son destructivos.

El niño que se cree con derecho a todo, exige de los demás que estén a su servicio (desde sus padres y hermanos, hasta los amiguitos y profesores). Cree que su palabra es la ley. Pretende imponer a otros sus propias ideas.

Se siente con un poder enorme, pero es solo una creencia.

Cuando las cosas suceden de la manera como estos niños quieren, se enojan y frustran; molestan a los
demás; consideran que el resto del mundo no ha cumplido su parte para atenderlo. Son como vampiros que
intentan chupar la sangre de todo aquel que se deje. Tratan de explotar a los demás y utilizarlos.

Los niños son en gran parte producto de la educación de sus padres. Criar a un hijo que se cree lo mejor
del mundo es hacerlo un ser insatisfecho.

Nunca podrá lograr todo aquello a lo que considera que tiene derecho. Todos tienen derecho a recibir -niños y adultos- pero es necesario dar. La convivencia implica una interacción en la que todos dependen entre sí.
Es natural que los padres vean a su hijo como una persona dotada de grandes cualidades.

Es, de hecho, una esperanza; sirve para estimular el crecimiento del niño y alienta la autoestima. Sin embargo, los padres deben tener cuidado de que esa percepción de los valores de su hijo no sea una exageración y (sobre todo) para que no sea permanente.

Indicar a un niño que es capaz de muchas cosas es una gran verdad. Tiene muchas capacidades; puede avanzar por diversos caminos. Cada nueva destreza que domina, ya sea caminar o andar en triciclo, implica una gran batalla contra la indecisión, el sufrimiento y el dolor.

Los niños necesitan ser alentados; es importante hacerles sentir fuertes y capaces de dar más de sí.

Sin embargo, cuando este estímulo y aliento para fortalecer la débil confianza del niño se convierte en alabanzas constantes (e injustificadas) para todo lo que el niño hace o es, puede llevar al egoísmo y hacer pensar al niño que está revestido de todo tipo de cualidades y, además, de que los otros no tienen todo lo que él disfruta.

Puede tratarse de la exageración de una cualidad real, haciendo que el resto de las características del niño tengan esa misma cualidad.

Por ejemplo, una niña con el pelo muy bonito, rizado y de un bello color, puede creer que solo eso es suficiente para que los demás admiren todas sus características personales, las cuales pueden ser comunes y corrientes.

Puede tratarse, en efecto, de un niño muy inteligente o hábil dentro de algún deporte. Hay que reconocerle esos méritos. Existen niños que son mejores en algún campo. Nadie es bueno para todo. Es conveniente estimular las destrezas que cada niño tiene.

Es necesario, además, evitar que crea que una sola cualidad desarrollada es suficiente. Lo importante también es, que el niño sepa reconocer los valores de los demás niños. Quizá esta es la clave más importante. Él es valioso; pero los demás niños también.

Bueno aquí termina la primera parte de este artículo que estoy escribiendo donde habla de los niños mimados o consentidos por los padres  si quieres seguir leyendo la segunda y última parte de este artículo te invito a seguir este link  saludos tu amiga Ana Vegana visita más artículos referentes a bebes y niños aquí en mi sitio.

 

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